lunes, 22 de junio de 2009

El Violinista


Un hombre se sentó en una estación del metro en
Washington y comenzó a tocar el violín, en una fría
mañana de enero. Durante los siguientes 45 minutos,
interpretó seis obras de Bach. Durante el mismo tiempo,
se calcula que pasaron por esa estación algo más de mil
personas, casi todas camino a sus trabajos.

Transcurrieron tres minutos hasta que alguien se detuvo ante el músico.
Un hombre de mediana edad alteró por un
segundo su paso y advirtió que había una persona tocando
música. Un minuto más tarde, el violinista recibió su
primera donación: una mujer arrojó un dólar en la lata y
continuó su marcha. Algunos minutos más tarde, alguien se
apoyó contra la pared a escuchar, pero enseguida miró su
reloj y retomó su camino.

Quien más atención prestó fue un niño de 3 años.
Su madre tiraba del brazo, apurada, pero el niño se
plantó ante el músico. Cuando su madre logró arrancarlo
del lugar, el niño continuó volteando su cabeza para mirar
al artista. Esto se repitió con otros niños. Todos los
padres, sin excepción, los forzaron a seguir la marcha.
En los tres cuartos de hora que el músico tocó, sólo
siete personas se detuvieron y otras veinte dieron dinero,
sin interrumpir su camino. El violinista recaudó 32
dólares. Cuando terminó de tocar y se hizo silencio, nadie
pareció advertirlo. No hubo aplausos, ni reconocimientos.

Nadie lo sabía, pero ese violinista era Joshua Bell, uno
de los mejores músicos del mundo, tocando las obras más
complejas que se escribieron alguna vez, en un violín
tasado en 3.5 millones de dólares. Dos días antes de su
actuación en el metro, Bell colmó un teatro en Boston, con
localidades que promediaban los 100 dólares.

Esta es una historia real. La actuación de Joshua Bell de
incógnito en el metro fue organizada por el diario
"The Washington Post" como parte de un experimento
social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de
las personas.

La consigna era: en un ambiente banal y a una hora
inconveniente, ¿percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a
apreciarla? ¿Reconocemos el talento en un contexto
inesperado?

Una de las conclusiones de esta experiencia, podría ser la
siguiente: Si no tenemos un instante para detenernos a
escuchar a uno de los mejores músicos interpretar la mejor
música escrita, ¿qué otras cosas nos estaremos perdiendo?

Texto copiado de un mail enviado al que escribe por parte de mi amigo Tony Ceron

1 comentario:

  1. Muy cierto, las maravillas están todos los días frente a nosotros, pero no nos tomamos el tiempo para apreciarlas. Es como el comercial de Halls, hay que darse un respiro de vez en cuando.

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